miércoles, 18 de noviembre de 2015

aquella noche

Aquella noche

 -Pero…. ¿No te acordás nada más?
 -Ya te dije que solo sé que entré y salí, nada más.
 -Bueno. ¿Qué te parece si damos unas vueltas por el boliche y buscamos algún dato o pista?
 -Sí, vamos.
 Ema es mi amiga desde los cinco años. Estábamos intentando reconstruir la noche anterior, absurda y extraña noche. Esa madrugada desperté con un leve dolor de cabeza y unos manchones de sangre en mi remera. Al principio me asusté, pero luego pude mantener la calma ya que creía que me había sangrado la nariz. No muy segura le conté a Ema quien decidió volver al boliche a buscar alguna explicación… 
-¡Jose! Creo que encontré algo… Allí, en su mano, se encontraba, quizá, la solución al gran enigma. -Es una nota… ¿No?
-Creo- dije sorprendida
- Abrila… Levemente abrió la nota ensangrentada. Era un papel muy fino, como de servilleta. 
-Un número, Jose. ¡Un número!
 -¿Qué dice?...15…60…00?
 -No, no… Dice 1568068500… Nos arriesgamos y marcamos el número. Nadie, solo el frío y áspero… Beeep. 
-¡Esperá! Del otro lado hay una dirección…
 -No pienso acompañarte. Perdón pero vos sabés que todas esas cosas no me gustan.
 -Sí, ya lo sé pero yo sí voy a ir. Agarré mi bici y me fui. Eran alrededor de las 5:00 pm. Había empezado a lloviznar y a pesar de que yo odiaba la lluvia, seguí adelante. Cuando llegué, divisé la dirección. Era una casa fea de aspecto extraño, parecía de los años 80. Toqué la puerta. Nadie. Otra vez. Lo mismo. Hasta que me di cuenta que estaba abierto. Entre. Hacía mucho frío y estaba mojada. La puerta se cerró de golpe. Pegué un salto. Empecé a recorrer la casa, pude reconocer una puertita que daba a un desván, no me animé a entrar y seguí. Estaba muy oscuro. De repente, escuché unos pasos. Mis latidos se aceleraron y, sin pensarlo demasiado, subí, intentando calmarme. Las lágrimas brotaban de mis ojos, un escalofrió recorrió todo mi cuerpo. Creí escuchar los pasos más cerca y cada vez más fuertes. No lograba dejar de sollozar y temblar. Entonces escuché que comenzaban a alejarse, escuché la puerta que se cerraba. De pronto, el teléfono, que había dejado en la mesa del comedor, comenzó a sonar. Volví a escuchar los pasos. ¡Ya no eran pasos, parecía alguien corriendo! Entonces, la puerta del desván se abrió, todo pasó muy rápido. No me dio tiempo a reaccionar. Una mano me tomo el cuello, no podía respirar… Mientras sentía que me ahogaba, alcancé a escuchar una voz que me decía: -¡¿Nunca te enseñaron a no irrumpir en un hogar!? 
FIN.  
Autora: Ernestina Sapia.

1 comentario:

  1. Ernestina: Corregí esta entrada que no tiene formato. Así no se puede leer. Avisame cuando esté hecho que vuelvo a mirarlo. Mientras tanto, es como si no lo hubieras subido.

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